Cuando recibimos el flechazo de cupido notamos que algo
cambia: nuestro corazón palpita más fuerte, transitamos por la vida totalmente
distraídos y nuestra atención y pensamientos se fijan en la persona de la cual
nos enamoramos, sentimos mariposas en nuestro estómago, algo que suena
muy poético…
sin embargo, corriendo el riesgo de resultar poco románticos, lo
que realmente sucede es que nuestro cerebro y cuerpo son bañados por una lluvia
de diversos neurotransmisores y hormonas.
Mediante este maravilloso cóctel nos podemos transformar
en personas pacientes ―cuando en realidad la calma no es una de nuestras virtudes―
casi por arte de magia. De hecho, hasta podemos disfrutar de acompañar a
nuestra pareja durante varias horas a probarse ropa en el shopping o sentarnos
gustosos a ver la totalidad de un partido de fútbol mundialista entre Argelia
vs. Rusia.
Seguramente, las personas que nos rodean observarán que
algo está distinto en nosotros sin poder comprender del todo qué nos cambió de
forma tan drástica. Afortunadamente, ahora podremos darles algunas
explicaciones sobre nuestra manera de proceder.
En las primeras fases del enamoramiento la glándula
suprarrenal aumenta la liberación de cortisol; esto no sólo nos lleva a
sentirnos más ansiosos y eufóricos, sino también a transformar nuestra
percepción, algo que podría llevarnos a disminuir nuestra capacidad de
discernir las cosas negativas y aumentar la visión positiva de la persona que
tanto nos atrae.
En el caso de los hombres, disminuyen los niveles de
testosterona –entre 20 y 40 veces mayor que en las mujeres–, lo que nos permite
centrar nuestra atención en esa mujer que tanto nos atrae, además de volvernos
más “tranquilos y pacientes”.
En el caso de las mujeres, los niveles de
testosterona aumentan, incrementándose la libido y la desinhibición. Digamos,
metafóricamente hablando, que los hombres nos volvemos más femeninos y las
mujeres, más masculinas, algo que ayuda a reducir las diferencias.
Asimismo, entran en juego otros neurotransmisores, entre
los que podríamos destacar la dopamina, la oxitocina, la adrenalina, la
serotonina y la vasopresina. Ellos son los responsables de la hermosa sensación
de estar enamorados –aumentando la empatía, la confianza, el estado de ánimo, y
el apego–, pero también “desconectan” parcialmente nuestra conciencia.
Por lo
cual nuestro cerebro tendrá dificultades para evaluar los contrastes, pudiendo
llevarnos a cometer algunas imprudencias. Por ejemplo, la dopamina será la
responsable de esa gigantesca motivación de ir al encuentro de la persona amada
sea como sea, aunque ésta viva muy lejos.
No obstante, luego de un tiempo, los
niveles de dopamina descienden, lo que permite que nuestra conciencia pueda
volver a evaluar nuestras acciones y a veces hacernos notar nuestro modo de
actuar, llevándolos a plantearnos lo que estamos haciendo, asimismo, las zonas cerebrales involucradas en los
períodos de amorío –entre las que podemos destacar: hipotálamo, amígdala,
núcleo accumbens, tegmental ventral, núcleo estriado e ínsula–, estimuladas por
los neurotransmisores mencionados anteriormente, también se encuentran vinculadas
con los estados emocionales de ansiedad, depresión y obsesión, por lo que los
cambios de humor y ánimo pueden ser muy espontáneos y frecuentes.
Esta combinación de neurotransmisores, tan magnífica y
gratificante, pero también un arma de doble filo, comienza a decrecer con el
pasar de los meses. A medida que transcurre el tiempo, influidos por la
testosterona, nuestros niveles de “paciencia”, evaluación positiva del otro
individuo, apego, etc., tienden a disminuir, al igual que nuestro acercamiento
en las conductas y emociones.
Aquí es el momento en el cual nuestra conciencia e
inconsciencia comienzan a tener fuerzas equiparables: las diferencias surgen y
la capacidad de observarlas también. Por consiguiente, muchas parejas terminan
peleándose o sintiéndose engañada por el otro.
Pero, ¡atención!: no está todo perdido. Si bien nuestra
biología siempre cumple un rol apreciable en nuestro estado emocional, con
conocimiento las cosas cambian y podemos llevar adelante estrategias que nos
permitan mantener los neurotransmisores y las emociones de nuestro lado.
Como mencionaba anteriormente, la dopamina tiene un papel
muy relevante en la motivación, además de ser la responsable de convertir una
actividad en un hábito positivo, pero al lograr los objetivos que estimularon
su liberación tiende a decrecer rápidamente.
Lo importante como pareja es
conseguir establecer desafíos o proyectos en conjunto, en los cuales la
motivación que pueda traernos un “baño” de dopamina no sólo dependa de
actividades de corto plazo, sino, todo lo contrario, podamos establecer
objetivos y metas, tanto finales como parciales, para poder ser un equipo que
no sólo festeje los logros finales sino todo el proceso.
Algo que estimula la liberación de adrenalina y cortisol
son las actividades en conjunto que puedan ser compartidas y hagan creer a toda
nuestra uccm (unidad cuerpo cerebro mente) que se enfrenta a una situación de
peligro en donde tener aliados nos brinda seguridad, fomentando el apego (una
montaña rusa o una película de terror lo producen). también puede liberarse en
situaciones donde salgamos de nuestra “zona de confort”, como ir a lugares
donde desconozcamos costumbres o idiomas, y superar los escollos que se
presenten en el camino brindará una gran satisfacción, al igual que practicar
un estilo de baile o ejercicio, que además liberará endorfinas, llenándonos de
felicidad y aumentando el estado de ánimo.
A esto se le pueden sumar cientos de estrategias que
descubriremos con el avanzar de la vida en pareja, sabiendo que principalmente
toda situación que compartamos junto al otro nos brindará mayor seguridad y
podremos sentir que todo desafío puede ser superado si trabajamos en equipo:
esto creará memorias emocionales muy positivas con esa persona, además de lazos
muy fuertes y duraderos en el tiempo.
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