domingo, 7 de septiembre de 2014

Como cambiar la mala Imagen en un politico

       Imagen Pública y Poder Político 

En la época de las telecomunicaciones y de la democracia electoral, el manejo de imagen de un político es tan importante para su carrera como su capacidad organizativa. De nada sirve ser un gran activista político, un organizador de masas o un hábil operador, si la imagen pública que trasmite es mala, pobre o mediocre. Por ello, el perfil ideal de un candidato a puesto de elección popular tiene que ser estudiado, analizado y mejorado si quiere alcanzar el poder.

De acuerdo con especialistas, la imagen es la figura, representación, semejanza y apariencia de una cosa. La imagen pública es la imagen colectiva que de un individuo se tiene en un tiempo y lugar determinado.

En política, la imagen es la representación, o proceso físico-psicológico, que el elector se hace de un partido o candidato. La imagen del candidato es la manera como es percibido, no necesariamente como es en realidad.
La imagen de un candidato es la percepción que tienen los ciudadanos de su carácter interno, una impresión construida a partir de su apariencia física, estilo de vida, porte, acciones, conducta y modales.

En un proceso electoral, el candidato es el centro de la atención, es el recurso más valioso, porque sólo él puede realizar algunas de las actividades, como dar entrevistas en los medios de comunicación, participar en debates públicos, en conferencias de prensa, y encabezar mítines, entre otras. De ahí que su imagen tenga que ser cuidada, cultivada, reforzada y/o construida.

El manejo de imagen ayuda al político a ser exitoso en esta carrera, aunque, es importante aclararlo, no le asegura el triunfo electoral.

El tema de la imagen pública es complejo y atreverse a dar consejos para mejorarla resulta delicado y pretencioso. La imagen es tan fugaz, relativa, dinámica y misteriosa, que resulta casi imposible dar consejos para desarrollarla o mejorarla. Sin embargo, me atrevo a escribir acerca del tema para buscar el perfeccionamiento ético de nuestros políticos, tratando, al mismo tiempo, de rescatar la era de la política de la elegancia, o de la alta política.

Imagen del éxito

1. La imagen es percepción. Todos los candidatos a puestos de elección popular pueden ser percibidos de forma buena, regular o mala. Tal imagen está vinculada con los términos capacidad, honestidad, responsabilidad y trabajo o con sus antípodas. Una buena imagen también se asocia con la eficiencia que se relaciona automáticamente con calidad, seriedad y poder. Por eso un buen político debe trabajar en mejorar la percepción que las masas tienen de su persona.

2. La imagen pública se forma gracias al esfuerzo constante, la inteligencia de acciones y el raciocinio al proceder. Es decir: nadie nace con una buena o mala imagen pública, sino que se adquiere con el actuar. Alguien puede nacer con un buen o mal apellido, con riquezas o pobrezas, pero la imagen que emite a la sociedad se forja gracias a sus acciones. De ahí la importancia de pensar las acciones y actuar con inteligencia.

3. La imagen pública se define, principalmente, con tres características fundamentales: físicas, intelectuales y emocionales. Hay que buscar un equilibrio entre ellas. Todas son importantes, pero en política las más apreciadas son las dos últimas.

4. Una imagen favorable se gana gracias a la acumulación de los pequeños buenos detalles. En otras palabras: el camino al cielo se recorre gracias a las pequeñas acciones. Hay que fijar objetivos concretos y alcanzables, y trabajar disciplinadamente para alcanzarlos.

5. La ley de la política es ser conocido. Por ello, el político debe aumentar sus relaciones y contactos con otros políticos, con los medios de comunicación, grupos de interés e intelectuales.

6. De la vista nace el amor. La gran mayoría de las decisiones se toman por los ojos. Maquiavelo decía: Generalmente, los hombres juzgan por lo que ven y más bien se dejan llevar por lo que les entre por los ojos que por los otros sentidos… y pudiendo ver todos, pocos comprenden lo que ven.

7. Una buena reputación se gana usando el sentido común para acercarse a la gente, para tratar de resolver sus problemas, para visualizar el futuro y satisfacer las expectativas sociales.

8. Tanto importa la reputación que puede decirse, parafraseando al cardenal Richelieu, que hay quienes hacen más cosas con su solo nombre que otros con sus ejércitos.

9. Una buena imagen no puede ser comprada. Se pueden gastar millones en los medios de comunicación o pagar gacetillas y periodistas para construir una buena imagen. Sin embargo, la personalidad, las acciones y omisiones juegan un peso más importante.

10. La imagen de un político no es para siempre. Una imagen puede deteriorarse, no importa cuánto tiempo la cuide: en un momento de descuido puede desbaratarse. Muchos políticos han llegado al poder gracias a su buena imagen, pero una vez en la oficina, sus acciones e inmadurez han terminado por arruinarlos. Así, pues, para ser un buen político, hay que ser consecuente con el actuar y trascender el limbo de las campañas.

11. El político no debe quemarse por tan poco. Es decir: nunca cambiar su reputación por beneficios a corto plazo. Debe pensar sus acciones y compromisos. Puede llegar muy lejos, pero lo corto de miras limitará su progreso hacia el futuro.

12. La imagen se hace, no nace. Se requiere creación, manejo y control de una imagen pública. La imagen es producto de los estímulos recibidos a través de los sentidos, los cuales también incitan a actuar. Cualquiera puede mejorar su imagen: lo que necesita es el autoanálisis, la meditación y el propósito de mejorar.

13. La imagen es resultado. La imagen produce un juicio de valor en quien la concibe; la opinión del político se convertirá en su realidad. Puede ser una realidad ficticia, pero es lo que la gente ve o quiere ver. Si alguien quiere ser candidato a presidente, lo primero que debe parecer es presidente.

14. En política, la percepción es la realidad. La imagen es percepción que se convierte en la identidad y, con el tiempo, en la reputación. El político debe buscar ser percibido como una persona afectiva, carismática, confiable, ingeniosa, dinámica, enérgica, generosa, gentil, feliz, honrada, amable, modesta, optimista, capaz, letrada, culta, sensible y propositiva.

15. “Crea fama y échate a dormir”, dice el refrán popular. La reputación es la opinión de la gente sobre una persona o institución. De hecho, entre los mexicanos los políticos carecen de una reputación honorable, por lo que éstos se esforzarán para tener una buena imagen pública. El altruismo, la filantropía y las acciones caritativas son medios efectivos para construir una buena reputación.

16. Es inevitable tener una imagen. Todos tenemos una imagen: buena, mala o regular. Si la imagen es mala, hay que trabajar para mejorarla. Si es buena, luchar por conservarla. Si es regular, hay más tareas por emprender.

17. Los primeros siete segundos constituyen el momento crítico en el cual se causa la primera impresión, que es la que cuenta. Después será muy difícil hacer que la gente cambie de opinión. Por ello, en cualquier presentación pública hay que ganarse al auditorio en esos primeros momentos.

18. “Corazón mata cerebro”. La gente decide mayoritariamente basada en sentimientos. Sus emociones juegan un papel importante en la toma de decisiones. Es decir: la habilidad para tomar decisiones está gobernada más por las emociones que por la razón. En público, el político debe dar discursos emotivos que, seguramente, le redundarán buenos dividendos.

19. En consecuencia, las decisiones políticas las toma el corazón no la cabeza. La mente emocional decide y pone en acción al resto del organismo, sin detenerse a pensar en el qué y por qué lo hace. Los seres humanos deciden 85% con sus sentimientos y sólo 15% con sus pensamientos.

20. “Al que madruga, Dios lo ayuda”. En los actos públicos, más que el último orador, el político debe ser uno de los primeros para asegurar que su mensaje sea bien recibido y atendido. Debe recordar que la gente escucha sin distracción los primeros siete minutos.

21. En política, las cosas son lo que parecen. La imagen cuenta más que la realidad. La imagen que los políticos proyectan puede ser su fortuna o su desgracia.

22. La imagen siempre es relativa. Como persona o amigo puede proyectarse una muy buena imagen, pero no como político. Por ello, debe realizar una auditoria de imagen. Si es necesario, acercarse a un consultor de imagen pública.

23. La imagen es dinámica. Una imagen deteriorada puede mejorarse y una buena imagen, deteriorarse. Si la reputación social del político no es buena, no hay que desanimarse: no hay peor lucha que la que no se hace.

24. Construir una imagen no es equivalente a falsear la realidad. En política, la percepción de las masas es muy importante. Por tanto, el político debe valorar su imagen como el bien más preciado que tiene.

25. La imagen está condicionada al contexto y la coyuntura. En un escenario, la imagen que el político posee será su mejor aliado, pero en otros puede ser su peor enemigo. La imagen pública no es el hombre entero, total, de carne y hueso, sino las dimensiones de su personalidad. Es, como decía Ortega y Gasset, él y sus circunstancias.

26. Una buena imagen se forma cuando se actúa con seguridad en sí mismo, cuando se transmite confianza y sentido de responsabilidad. Para convencer a otros, primero la persona debe estar convencida. Se tiene que predicar con el ejemplo y actuar en consecuencia.

27. Hay que definir con claridad los objetivos de la imagen pública que se quiere formar. Por ejemplo: la humildad y sencillez es bien vista por los electores. Un político también necesita carácter, transmitir sentido de responsabilidad, mesura y, sobre todo, honestidad. Una imagen basada en los más altos principios humanos, en el deseo de servir al prójimo, seguramente le redituará altos dividendos políticos.

28. Es conveniente usar la creatividad para generar una buena imagen pública. Las ideas deben ser útiles y pragmáticas. Crear una imagen es un proceso racional que demanda creatividad, conocimientos, sensibilidad, trabajo, disciplina y dinero.

29. La política es imagen y ésta se forma, en gran medida, por la propaganda. En la época actual, un político es más producto de la propaganda que del trabajo de base y de la labor comunitaria. Para difundir la obra, trayectoria e ideales, el político debe usar cuanto medio esté al alcance. No puede olvidar que la propaganda es el conjunto de técnicas y medios de comunicación social tendientes a influir con fines ideológicos en el comportamiento humano.

30. La propaganda moldea la percepción de la audiencia. Resulta preciso utilizarla en cada oportunidad, no importa que al político se le etiquete de protagónico.


31. Hay que ganarse a la opinión pública, pero sin cambiar radicalmente de postura. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario