En la época de las
telecomunicaciones y de la democracia electoral, el manejo de imagen de un
político es tan importante para su carrera como su capacidad organizativa. De
nada sirve ser un gran activista político, un organizador de masas o un hábil
operador, si la imagen pública que trasmite es mala, pobre o mediocre. Por
ello, el perfil ideal de un candidato a puesto de elección popular tiene que
ser estudiado, analizado y mejorado si quiere alcanzar el poder.
De acuerdo con especialistas, la imagen es la figura, representación,
semejanza y apariencia de una cosa. La imagen pública es la imagen colectiva
que de un individuo se tiene en un tiempo y lugar determinado.
En política, la imagen es la
representación, o proceso físico-psicológico, que el elector se hace de un
partido o candidato. La imagen del candidato es la manera como es percibido, no
necesariamente como es en realidad.
La imagen de un candidato es
la percepción que tienen los ciudadanos de su carácter interno, una impresión
construida a partir de su apariencia física, estilo de vida, porte, acciones,
conducta y modales.
En un proceso electoral, el
candidato es el centro de la atención, es el recurso más valioso, porque sólo
él puede realizar algunas de las actividades, como dar entrevistas en los
medios de comunicación, participar en debates públicos, en conferencias de
prensa, y encabezar mítines, entre otras. De ahí que su imagen tenga que ser
cuidada, cultivada, reforzada y/o construida.
El manejo de imagen ayuda al
político a ser exitoso en esta carrera, aunque, es importante aclararlo, no le
asegura el triunfo electoral.
El tema de la imagen pública
es complejo y atreverse a dar consejos para mejorarla resulta delicado y
pretencioso. La imagen es tan fugaz, relativa, dinámica y misteriosa, que
resulta casi imposible dar consejos para desarrollarla o mejorarla. Sin
embargo, me atrevo a escribir acerca del tema para buscar el perfeccionamiento
ético de nuestros políticos, tratando, al mismo tiempo, de rescatar la era de
la política de la elegancia, o de la alta política.
Imagen
del éxito
1. La imagen es percepción.
Todos los candidatos a puestos de elección popular pueden ser percibidos de
forma buena, regular o mala. Tal imagen está vinculada con los términos capacidad,
honestidad, responsabilidad y trabajo o con sus antípodas. Una buena imagen
también se asocia con la eficiencia que se relaciona automáticamente con
calidad, seriedad y poder. Por eso un buen político debe trabajar en mejorar la
percepción que las masas tienen de su persona.
2. La imagen pública se
forma gracias al esfuerzo constante, la inteligencia de acciones y el
raciocinio al proceder. Es decir: nadie nace con una buena o mala imagen
pública, sino que se adquiere con el actuar. Alguien puede nacer con un buen o
mal apellido, con riquezas o pobrezas, pero la imagen que emite a la sociedad
se forja gracias a sus acciones. De ahí la importancia de pensar las acciones y
actuar con inteligencia.
3. La imagen pública se
define, principalmente, con tres características fundamentales: físicas,
intelectuales y emocionales. Hay que buscar un equilibrio entre ellas. Todas
son importantes, pero en política las más apreciadas son las dos últimas.
4. Una imagen favorable se
gana gracias a la acumulación de los pequeños buenos detalles. En otras
palabras: el camino al cielo se recorre gracias a las pequeñas acciones. Hay
que fijar objetivos concretos y alcanzables, y trabajar disciplinadamente para
alcanzarlos.
5. La ley de la política es
ser conocido. Por ello, el político debe aumentar sus relaciones y contactos
con otros políticos, con los medios de comunicación, grupos de interés e
intelectuales.
6. De la vista nace el amor.
La gran mayoría de las decisiones se toman por los ojos. Maquiavelo decía: Generalmente,
los hombres juzgan por lo que ven y más bien se dejan llevar por lo que les
entre por los ojos que por los otros sentidos… y pudiendo ver todos, pocos
comprenden lo que ven.
7. Una buena reputación se
gana usando el sentido común para acercarse a la gente, para tratar de resolver
sus problemas, para visualizar el futuro y satisfacer las expectativas
sociales.
8. Tanto importa la
reputación que puede decirse, parafraseando al cardenal Richelieu, que hay
quienes hacen más cosas con su solo nombre que otros con sus ejércitos.
9. Una buena imagen no puede
ser comprada. Se pueden gastar millones en los medios de comunicación o pagar
gacetillas y periodistas para construir una buena imagen. Sin embargo, la
personalidad, las acciones y omisiones juegan un peso más importante.
10. La imagen de un político
no es para siempre. Una imagen puede deteriorarse, no importa cuánto tiempo la
cuide: en un momento de descuido puede desbaratarse. Muchos políticos han
llegado al poder gracias a su buena imagen, pero una vez en la oficina, sus
acciones e inmadurez han terminado por arruinarlos. Así, pues, para ser un buen
político, hay que ser consecuente con el actuar y trascender el limbo de las
campañas.
11. El político no debe
quemarse por tan poco. Es decir: nunca cambiar su reputación por beneficios a
corto plazo. Debe pensar sus acciones y compromisos. Puede llegar muy lejos,
pero lo corto de miras limitará su progreso hacia el futuro.
12. La imagen se hace, no
nace. Se requiere creación, manejo y control de una imagen pública. La imagen
es producto de los estímulos recibidos a través de los sentidos, los cuales
también incitan a actuar. Cualquiera puede mejorar su imagen: lo que necesita
es el autoanálisis, la meditación y el propósito de mejorar.
13. La imagen es resultado.
La imagen produce un juicio de valor en quien la concibe; la opinión del
político se convertirá en su realidad. Puede ser una realidad ficticia, pero es
lo que la gente ve o quiere ver. Si alguien quiere ser candidato a presidente,
lo primero que debe parecer es presidente.
14. En política, la
percepción es la realidad. La imagen es percepción que se convierte en la
identidad y, con el tiempo, en la reputación. El político debe buscar ser
percibido como una persona afectiva, carismática, confiable, ingeniosa,
dinámica, enérgica, generosa, gentil, feliz, honrada, amable, modesta,
optimista, capaz, letrada, culta, sensible y propositiva.
15. “Crea fama y échate a
dormir”, dice el refrán popular. La reputación es la opinión de la gente sobre
una persona o institución. De hecho, entre los mexicanos los políticos carecen
de una reputación honorable, por lo que éstos se esforzarán para tener una
buena imagen pública. El altruismo, la filantropía y las acciones caritativas
son medios efectivos para construir una buena reputación.
16. Es inevitable tener una
imagen. Todos tenemos una imagen: buena, mala o regular. Si la imagen es mala,
hay que trabajar para mejorarla. Si es buena, luchar por conservarla. Si es
regular, hay más tareas por emprender.
17. Los primeros siete
segundos constituyen el momento crítico en el cual se causa la primera
impresión, que es la que cuenta. Después será muy difícil hacer que la gente
cambie de opinión. Por ello, en cualquier presentación pública hay que ganarse al
auditorio en esos primeros momentos.
18. “Corazón mata cerebro”.
La gente decide mayoritariamente basada en sentimientos. Sus emociones juegan
un papel importante en la toma de decisiones. Es decir: la habilidad para tomar
decisiones está gobernada más por las emociones que por la razón. En público,
el político debe dar discursos emotivos que, seguramente, le redundarán buenos
dividendos.
19. En consecuencia, las
decisiones políticas las toma el corazón no la cabeza. La mente emocional
decide y pone en acción al resto del organismo, sin detenerse a pensar en el
qué y por qué lo hace. Los seres humanos deciden 85% con sus sentimientos y
sólo 15% con sus pensamientos.
20. “Al que madruga, Dios lo
ayuda”. En los actos públicos, más que el último orador, el político debe ser
uno de los primeros para asegurar que su mensaje sea bien recibido y atendido.
Debe recordar que la gente escucha sin distracción los primeros siete minutos.
21. En política, las cosas
son lo que parecen. La imagen cuenta más que la realidad. La imagen que los
políticos proyectan puede ser su fortuna o su desgracia.
22. La imagen siempre es
relativa. Como persona o amigo puede proyectarse una muy buena imagen, pero no
como político. Por ello, debe realizar una auditoria de imagen. Si es necesario, acercarse a un consultor de imagen pública.
23. La imagen es dinámica.
Una imagen deteriorada puede mejorarse y una buena imagen, deteriorarse. Si la
reputación social del político no es buena, no hay que desanimarse: no hay peor
lucha que la que no se hace.
24. Construir una imagen no
es equivalente a falsear la realidad. En política, la percepción de las masas
es muy importante. Por tanto, el político debe valorar su imagen como el bien
más preciado que tiene.
25. La imagen está
condicionada al contexto y la coyuntura. En un escenario, la imagen que el
político posee será su mejor aliado, pero en otros puede ser su peor enemigo.
La imagen pública no es el hombre entero, total, de carne y hueso, sino las
dimensiones de su personalidad. Es, como decía Ortega y Gasset, él y sus
circunstancias.
26. Una buena imagen se
forma cuando se actúa con seguridad en sí mismo, cuando se transmite confianza
y sentido de responsabilidad. Para convencer a otros, primero la persona debe
estar convencida. Se tiene que predicar con el ejemplo y actuar en
consecuencia.
27. Hay que definir con
claridad los objetivos de la imagen pública que se quiere formar. Por ejemplo:
la humildad y sencillez es bien vista por los electores. Un político también
necesita carácter, transmitir sentido de responsabilidad, mesura y, sobre todo,
honestidad. Una imagen basada en los más altos principios humanos, en el deseo
de servir al prójimo, seguramente le redituará altos dividendos políticos.
28. Es conveniente usar la
creatividad para generar una buena imagen pública. Las ideas deben ser útiles y
pragmáticas. Crear una imagen es un proceso racional que demanda creatividad,
conocimientos, sensibilidad, trabajo, disciplina y dinero.
29. La política es imagen y
ésta se forma, en gran medida, por la propaganda. En la época actual, un
político es más producto de la propaganda que del trabajo de base y de la labor
comunitaria. Para difundir la obra, trayectoria e ideales, el político debe
usar cuanto medio esté al alcance. No puede olvidar que la propaganda es el
conjunto de técnicas y medios de comunicación social tendientes a influir con
fines ideológicos en el comportamiento humano.
30. La propaganda moldea la
percepción de la audiencia. Resulta preciso utilizarla en cada oportunidad, no
importa que al político se le etiquete de protagónico.
31. Hay que ganarse a la
opinión pública, pero sin cambiar radicalmente de postura.
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